miércoles, 18 de junio de 2014

Marcos de fotos de papel





Por mi cumpleaños conseguí, por fin, una máquina de foto Fujifilm estilo Polaroid. Hace tiempo que quería una y sólo abrir la caja ya empecé a disparar a diestro y siniestro. Mariposilla pareció no valorar que esta cámara era diferente, pero en cuanto vio aparecer por la parte superior el papelito blanco abrió la boca tanto como pudo. La cara de sorpresa fue mayúscula cuando el papelito blanco fue cogiendo color y apareció la imagen.



Eso me hizo pensar que actualmente tenemos muchísimas fotografías: iPad, teléfono, cámara de fotos… Pero esas fotos siempre quedan guardadas en un ordenador o en una tarjeta de memoria. Realmente luego casi no imprimimos ninguna. La incertidumbre ante el rebelado de las fotografías de esas vacaciones en las que el carrete de 36 tenía que durar toda la semana, ha quedado en el olvido. Nuestros hijos tampoco han conocido las cajas de lata con centenares de fotos dentro o esos álbumes inmensos en el que pegabas hasta las entradas del museo al que habías ido.


Un día llevamos la cámara a un evento, y gastamos casi las 10 fotos del carrete de papel. Regalamos más de la mitad de ellas, pues los niños estaban impresionados ante la “magia” de ese artilugio. Días después, descubrí que la amiguita del alma de Mariposilla trataba a esa foto, la que se habían hecho juntas ese día y le habíamos regalado, como un auténtico tesoro. Así que ni corta ni perezosa, pensé que sería bonito que tuviera un foto a la que poder mirar todo el verano que estarían sin verse. Este es el resultado:

Hay un montón de tiendas que venden todo tipo de papel y adhesivos para hacer scrapbook, pero yo pensé que era mejor reciclar aquellos restos de material que me quedan de otras manualidades y que caen en el olvido del fondo de mi cajón. Trozos pequeños de papel de regalo, el final de una cinta de raso, cuentas para hacer pulseras que parecen perlas… Me gustó tanto hacerlo y, lo mejor de todo, me relajó hasta tal punto, que recordé que mi amiga G aún tiene en la nevera una foto que le dimos como felicitación de navidad el año 2012. Recordé que por mi cumpleaños hice fotos de nuestros peques jugando y a ella también le preparé su regalo.



Estaba tan animada que me acordé de mi amiga P. Hace un tiempo nos invitó a su casa en vacaciones. Lo pasamos en grande y si, es verdad, hice muchas fotos que le pasé al final del verano a través de un PenDrive. Con lo que le gustan a ella las cositas hechas a mano… No podía dejar pasar el entusiasmo sin hacerle también un detallito a ella como agradecimiento. 


Permitidme que os diga que si os gusta, lo tenéis que probar. Yo ya estoy perdida en la espiral de impresión de fotos para decorarlas. Lo mejor de todo es la ilusión que les hace a los más pequeños de la casa (y a los no tan pequeños) ver sus fotos decoradas. De hecho esta mañana, haciendo la cama de Mariposilla, me he dado cuenta que la pared tiene mucho espacio en blanco…  En cuanto tenga alguno más, os lo pongo.

viernes, 13 de junio de 2014

Una foca de peluche



A medida que se acerca final de curso, en casa se escucha una pregunta cíclica: “¿Qué quieres regalarle a tu maestra este año?”. El curso pasado fueron galletas decoradas, el anterior un cuadro… Siempre algo hecho por Mariposilla. Mi intuición de madre me advirtió que este año su proyecto sería titánico. Lo supe cuando vislumbré admiración en los ojos de Mariposilla al explicarle mi tutoría de febrero con M. Y no me equivocaba. En Marzo le hice la pregunta a sabiendas que mejor planearlo con tiempo y recibí una respuesta inmediata: “Mami, quiero hacerle a M un peluche de foca bebé para que se acuerde siempre de mi”. Y lo hicimos:




MARZO


Mariposilla va a la clase de las focas, y su proyecto de este curso fue “La Reproducción de las Focas”. Así que el peluche debía ser una cría ártica de color blanco. Hicimos una búsqueda para ver ejemplos de peluches y con eso pudimos hacer el patrón. Una vez decidida la forma, nos fuimos a buscar las telas y complementos para poder empezar a cortar las piezas. Elegimos fieltro duro para que la foca tuviera una cierta rigidez que le permitiera mantenerse en pie sin esfuerzo.




 Mariposilla hurgó junto con la abuela en la lata de botones, pues los que ella tiene en su maleta de costura son de colores y necesitábamos un par de color negro. Una vez encontrados dos iguales de la medida correcta, los cosió a los dos laterales de la foca para representar los ojos.




ABRIL


Pasamos un mes entero uniendo las partes laterales de la foca a las centrales, que son las que le darán cuerpo al peluche. Mariposilla lo hizo en diferentes días, puesto que el fieltro de la parte lateral es bastante duro y con los deditos tan pequeños el esfuerzo era importante. 




MAYO

Una vez cosidas las partes centrales, empezamos a coser el resto del peluche mientras alternábamos los días rellenando las partes que ya quedaban cerradas. Lo hicimos con trozos de filtro de aire acondicionado, cortándolo a trazos pequeños y atusándolo para tener mayor volumen y esponjosidad.



Finalmente conseguimos cerrar el peluche totalmente relleno de este material. Nosotras decidimos reciclar material que se iba a desechar, por eso elegimos retales de filtro de aire acondicionado. De todos modos, si os animáis, también se puede hacer con relleno que encontraréis en las mercerías.



El borrón rosa que véis en la parte inferior de la foca es el nombre de Mariposilla, que lo bordamos con hilo doble de color rosa.



JUNIO

Con la foca acabada, sólo nos faltaba ponerle la nariz y los bigotes. Después de darle muchas vueltas, cortamos un trozo de tela negra a la que rellenamos con una bolita de filtro atusado.




Los bigotes fueron trozos de lana negra a las que pusimos un tope con un nudo para que no salieran de la bolita. Después de coser la nariz para que quedara una bolita, Mariposilla la cosió a la estructura de la foca y el resultado final fue espectacular.




Mariposilla entregará su regalo a su maestra junto con una nota con algunas fotos del proceso de elaboración. Lo mejor de todo ha sido, sin duda, la satisfacción por un trabajo bien hecho y por el esfuerzo en hacer un regalo a medida.