Por mi cumpleaños conseguí, por fin, una máquina de foto
Fujifilm estilo Polaroid. Hace tiempo que quería una y sólo abrir la caja ya
empecé a disparar a diestro y siniestro. Mariposilla pareció no valorar que
esta cámara era diferente, pero en cuanto vio aparecer por la parte superior el
papelito blanco abrió la boca tanto como pudo. La cara de sorpresa fue
mayúscula cuando el papelito blanco fue cogiendo color y apareció la imagen.
Eso me hizo pensar que actualmente tenemos muchísimas
fotografías: iPad, teléfono, cámara de fotos… Pero esas fotos siempre quedan
guardadas en un ordenador o en una tarjeta de memoria. Realmente luego casi no
imprimimos ninguna. La incertidumbre ante el rebelado de las fotografías de
esas vacaciones en las que el carrete de 36 tenía que durar toda la semana, ha
quedado en el olvido. Nuestros hijos tampoco han conocido las cajas de lata con
centenares de fotos dentro o esos álbumes inmensos en el que pegabas hasta las
entradas del museo al que habías ido.
Un día llevamos la cámara a un evento, y gastamos casi las
10 fotos del carrete de papel. Regalamos más de la mitad de ellas, pues los
niños estaban impresionados ante la “magia” de ese artilugio. Días después,
descubrí que la amiguita del alma de Mariposilla trataba a esa foto, la que se
habían hecho juntas ese día y le habíamos regalado, como un auténtico tesoro.
Así que ni corta ni perezosa, pensé que sería bonito que tuviera un foto a la
que poder mirar todo el verano que estarían sin verse. Este es el resultado:
Hay un montón de tiendas que venden todo tipo de papel y
adhesivos para hacer scrapbook, pero yo pensé que era mejor reciclar aquellos
restos de material que me quedan de otras manualidades y que caen en el olvido
del fondo de mi cajón. Trozos pequeños de papel de regalo, el final de una
cinta de raso, cuentas para hacer pulseras que parecen perlas… Me gustó tanto
hacerlo y, lo mejor de todo, me relajó hasta tal punto, que recordé que mi amiga
G aún tiene en la nevera una foto que le dimos como felicitación de navidad el
año 2012. Recordé que por mi cumpleaños hice fotos de nuestros peques jugando y
a ella también le preparé su regalo.
Permitidme que os diga que si os gusta, lo tenéis que
probar. Yo ya estoy perdida en la espiral de impresión de fotos para
decorarlas. Lo mejor de todo es la ilusión que les hace a los más pequeños de
la casa (y a los no tan pequeños) ver sus fotos decoradas. De hecho esta
mañana, haciendo la cama de Mariposilla, me he dado cuenta que la pared tiene
mucho espacio en blanco… En cuanto tenga
alguno más, os lo pongo.
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